• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 19 de Abril de 2024

NECESIDAD DE UN NUEVO ORDEN MUNDIAL AGOTAMIENTO DEL SISTEMA UNIPOLAR


Abel Pérez Zamorano



(Primera de tres partes)


Abel Pérez Zamorano
Profesor-Investigador  y Director de la
División de Ciencias Económico Administrativas
Universidad Autónoma de Chapimngo


El mundo necesita un nuevo orden económico, político y social, superior al que ha predominado desde el fin de la Guerra Fría, bajo la égida de una potencia única, luego del colapso del modelo de la URSS y Europa oriental, desastre histórico que dio a Estados Unidos y sus aliados europeos la hegemonía global; y desaparecía la “amenaza” soviética, causante, según la propaganda occidental, de los conflictos mundiales, con lo que el mundo quedaba a las puertas de una era de concordia, democracia, estabilidad económica y pacífica cooperación entre las naciones. Y fueron los propios pueblos de Rusia y Europa oriental los que primero se alegraron con esa expectativa. Sin embargo, contra lo esperado, aquello nunca ocurrió, y es que la promesa contravenía las leyes fundamentales del desarrollo de la economía de mercado.
    La riqueza de los países ricos tiene como condición la pobreza de los pobres; al amparo de las leyes del mercado, los primeros inundan con sus pro    ductos las economías subdesarrolladas, ocasionando el progresivo desmantelamiento del aparato productivo de éstas. Mediante la deuda externa y su servicio succionan ingentes riquezas; con la inversión extranjera directa los monopolios transnacionales dominan las economías, como Walmart, que controla una tercera parte de las ventas minoristas en México, o los bancos extranjeros, que, por ejemplo, controlan el 83 por ciento del capital bancario; todas sus utilidades son repatriadas a sus países de origen. Con la gran riqueza creada en su territorio, basada en buena medida en el dominio de los países pobres, la superpotencia pudo mediatizar a sus trabajadores, cediéndoles por diferentes medios algunas concesiones económicas, consiguiendo así la necesaria paz social interna e incluso un cierto respaldo político del pueblo, por ejemplo para ir a las guerras. Son los pobres quienes van a morir a Iraq o Afganistán. Pero este modelo no podía ser eterno.
    Desde 2007 Estados Unidos se halla estancado: con sus déficit gemelos, y una gigantesca deuda, la más grande del mundo (precisamente con China como principal acreedor), al borde del impago, con parálisis momentánea del gasto público y altos niveles de desempleo. Japón lleva ya más de dos décadas con un crecimiento promedio de 1.6 por ciento anual. Pero ese esquema se está agotando: por la propia ansia de acumulación del capital, la desigualdad y la pobreza aumentan en los Estados Unidos, con la consiguiente pérdida de apoyo popular, como evidenciaron las encuestas en los días en que se decidía sobre la invasión a Siria, y que mostraron un contundente rechazo del pueblo a embarcarse en nuevas guerras e ir a morir por los intereses de las grandes corporaciones, vistas ya por muchos como las verdaderas beneficiadas. Y es que la riqueza se ha concentrado escandalosamente; como dice Joseph Stiglitz en The price of inequality, el uno por ciento de los americanos controla el 40 por ciento de la riqueza de la nación. Esta situación cala aún más entre la población afroamericana, como revela el conflicto originado en Ferguson. En Europa, las tasas de desempleo alcanzan el 12 por ciento en promedio, y afectan a una cuarta parte de los jóvenes, aumentando la inconformidad, como en el caso de “los indignados” en España. La economía europea creció apenas 0.2 por ciento en el tercer trimestre de este año; Alemania y Francia lo hicieron en 0.1 y 0.3 por ciento, respectivamente. La economía italiana es 10 por ciento menor que en 2008, con la consiguiente pérdida de empleos. La deuda en España y las huelgas en Grecia exhiben un modelo económico debilitado.
    Mientras tanto, en la periferia, como dijera Prebisch, ¿qué recurso queda a la empobrecida población de los países pobres? Primero, emigrar hacia los ricos: once millones de mexicanos votaron con los pies y viven hoy en los Estados Unidos; segundo, dedicarse a las actividades informales (el 58 por c    iento de nuestra población activa); tercero, el desempleo, como los 7.5 millones de jóvenes que no pueden estudiar ni trabajar. Por último, como en México, la delincuencia, a donde se ven empujados miles de personas que buscan fuera de la ley lo que se les niega legalmente. Para completar, los países pobres, destacadamente en África y Latinoamérica, pierden aceleradamente su soberanía alimentaria frente a los monopolios globales.
    Finalmente, el sueño de paz motivado por el fin de la Guerra Fría terminó en horrible pesadilla. Hay guerras localizadas: Israel bombardea Palestina, la invasión de Libia, la invasión y el actual bombardeo en Iraq, la guerra en Afganistán, etc., conflictos bélicos que hoy amenazan con desbordarse hacia uno de mayores alcances. Y es que el capital en los países ricos, saturados sus mercados de capitales y mercancías, necesita por fuerza buscar nuevos espacios donde insertarse y obtener ganancias, y la guerra es un medio para ello.
    Mientras esto ocurre con los vencedores de la Guerra Fría, la dinámica de los acontecimientos ha dado un vuelco, lógica e históricamente necesario. El pueblo ruso vivió durante los años noventa una experiencia dolorosa pero rica en enseñanzas, y comprendió por experiencia propia que los cantos de sirena del capital no le llevarían al bienestar deseado, mismo que el sistema soviético no pudo darle; como coloquialmente se dice, habían saltado de la sartén a la lumbre. Y fue así que de las ruinas de la URSS resurgió Rusia, dirigida desde el año 2000 por Vladimir Putin, con un modelo nacionalista y popular, diferente al soviético. A la par, en el oriente se consolidaba China como gran potencia emergente, y junto con ella progresaban los países del grupo BRICS, paradigma actual de desarrollo independiente. En una histórica paradoja, los vencedores de la Guerra Fría están hoy en decadencia, en tanto los derrotados son ejemplo de desarrollo. En fin, ante el fracaso del esquema vigente, la humanidad necesita nuevos derroteros para su desarrollo. Y un indicador de que esto no es mera especulación es que la mayoría de los pueblos de Latinoamérica han optado por un nuevo rumbo, liberándose progresivamente de la tutela del FMI y del Consenso de Washington, y han elegido gobiernos populares, cada vez más vinculados con la alternativa de los BRICS. Nuevas expectativas de desarrollo se avizoran para los países pobres del mundo.