• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

Agente preponderante


Brasil Acosta Peña


 Doctor en economía por el Colegio de México (COOLMEX) con estancia en investigación en la Universidad de Princeton, fue catedrático en el Centro de Investigación y Docencia económica y articulista en la revista económica Trimestre Económico.

Hay quienes creen que el cambio de las palabras suaviza la realidad o la transforma en sí misma. Esa idea está tomada de la teoría de la percepción, pues el cerebro recibe información y desde el punto de vista instintivo la procesa y, finalmente, reacciona.
    El 95 por ciento del cerebro actúa de forma instintiva, es decir, se activa el mecanismo de defensa natural y el cinco por ciento restante opera de forma consciente o científica.
    En otras palabras, si el cerebro percibe que algo le puede hacer daño, de inmediato activa su mecanismo de defensa; sin embargo, una vez que el individuo toma consciencia del fenómeno, lo que en un principio parecía dañino, en el cerebro queda reducida la sensación de peligro por la actuación del consciente.
    El ejemplo más socorrido y que ya he tenido la ocasión de mencionar, es el del famoso “Chupacabras”: efectivamente, de pronto la televisión realizó una campaña previa a una crisis económica en torno a un ser imaginario al que llamaron el “Chupacabras”. El cerebro de la gente no distinguía entre el fenómeno mediático y la realidad y, por lo mismo, el instinto actuó como queda dicho.
    El miedo fue la guía de la gente: me tocó ver casas en las que la gente colocó cruces de sal y de cal en las puertas y ventanas para ahuyentar a un personaje inexistente; otras familias colocaron sartas de ajos en las esquinas del interior de su casa, entre otras acciones por el estilo.
    Hoy en día nadie, absolutamente nadie cree que el tal “Chupacabras” sea un ser diabólico o imaginario, sino que se trató de un mecanismo para manipular a la gente, pero ahora el cinco por ciento de la consciencia tomó en sus manos el proceso y desapareció el miedo al “Chupacabras” y, ahora, todo mundo se burla de eso y hasta una cumbia se hizo.
    Como se ve, acciones de este tipo, que manipulan la consciencia de la gente y son de gran utilidad para aquellos que quieren mantener el status quo, pero no se conforman con la invención de seres imaginarios, sino que se utiliza la rama de la neurología que se conoce como neurolingüística (la neurolingüística estudia los mecanismos del cerebro humano que facilitan el conocimiento, la comprensión y la adquisición del lenguaje, ya sea hablado, escrito o con signos establecidos a partir de su experiencia o de su propia programación), que lleva al uso del neuromarketing, es decir, el uso de la respuesta del cerebro a distintos estímulos del lenguaje, colores, olores, etc., con tal de que consuma los productos que ofrece el capitalismo y para mantener controlada a la sociedad.
    Efectivamente, los conceptos que utiliza la ciencia económica burguesa tienden a esconder las relaciones de explotación y lucha de clases que se dan en la sociedad capitalista; buscan atenuar con conceptos ad hoc las contradicciones reales del sistema ocultando la esencia en la forma. Veamos.
    A los obreros no les llama obreros, ni a los capitalistas o burgueses de esa manera, sino que a todos les llama “agentes económicos”, se les iguala arbitrariamente mediante un concepto.
    En resumen, se trata como igual lo desigual. Pero ahora que el sistema mismo se ha percatado de que los conceptos que ha creado se han vuelto en su contra, busca atenuarlos introduciendo nuevas palabras. Tal es el caso del concepto de monopolio que en la organización industrial y en los cursos de microeconomía, son utilizados con frecuencia.
    Los economistas más “revolucionarios” defienden la economía de competencia perfecta y son enemigos de los monopolios; sin embargo, como Carlos Marx lo demuestra en su magnífica obra, El Capital, el sistema capitalista está condenado a la concentración y centralización de capitales, de tal suerte que sobreviven los más fuertes y sucumben los débiles, de manera que resulta utópica la competencia perfecta en el mundo capitalista, pues el resultado inevitable es el fortalecimiento de los monopolios.
    Por ende, la derrota de los pequeños conlleva al predominio de los grandes capitales concentrados en menos manos cada vez. Es así que la palabra monopolio, que resulta nociva para el sistema económico vigente, debe ser cambiada por un nuevo concepto que sirva para atenuar el golpe.
    Así, surge el concepto de “agente económico preponderante” ¡hágame usted el favor, amable lector!, es decir, que las características monopólicas que imponen precios y determinan con sus acciones el comportamiento del mercado, “desaparecen” con dejar de decirles monopolios y se les llame simplemente: “agentes económicos preponderantes”. Es ridículo, pero cierto.
    Pues bien, este concepto se utiliza para proteger a la empresa monopólica de telecomunicaciones de México.
    De la página de internet del Instituto Federal de Telecomunicaciones sacamos el siguiente extracto: “La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó que corresponde al Instituto Federal de Telecomunicaciones determinar el régimen asimétrico relativo a las tarifas de interconexión para la terminación de tráfico en la red móvil del agente económico preponderante, y le ordenó hacerlo conforme al artículo 137 de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (LFTR), es decir, en el último trimestre del año. En los párrafos 164, 168 y 178 de la sentencia se establece que lo anterior deberá hacerse con base en un modelo de costos, lo que es consistente con las mejores prácticas internacionales”.
    Como se ve, no se le llama empresa monopólica, sino “agente económico preponderante”, lo que no dicen es que esta predominancia va a llevar, gradualmente, al monopolio y, con ello, al aniquilamiento de las buenas intenciones de los conceptos y de los economistas que quieren un mundo ideal de competencia perfecta.
    Aunque la realidad objetiva y cruda busque ocultarse detrás del maquillaje de un concepto teórico, lo cierto es que cada vez es más difícil de lograr y, por lo mismo, la verdad va cobrando fuerza y todo aquello que ciertamente predijo Carlos Marx en El Capital, se va abriendo paso y va quedando más clara la debilidad de aquellos conceptos que buscan ocultar la realidad.
    Es necesario, pues, llamarles a las cosas como son: “al pan, pan y al vino, vino”, pues solo así podrá transformarse la realidad en un sentido científico y no dogmático.