• La Verdad del Sureste |
  • Martes 16 de Abril de 2024

LA AUREOLA DE LA AUTONOMÍA


EMMANUEL RUIZ SUBIAUR


Peña no es culpable del apabullante desprestigio que aplasta a la PGR; si acaso él contribuyó en parte a acumular tanto desprestigio con casos o asuntos como los arteros asesinatos de dos menores de edad y otros tantos campesinos de San Salvador Atenco, o la exoneración de Arturo Montiel –su antecesor en la Gubernatura y tío- por el espectacular peculado al erario del Estado de México; pero realmente, fueron otros centenares de asuntos de corrupción, inoperancia, ineficiencia, protección de delincuentes y asociación con narcos los que labraron tal desprestigio.
    Tampoco se puede culpar a la Procuraduría y a su diseño institucional y organizacional de tan vergonzante desprestigio; sería falso afirmar que, por ser tal dependencia tan complicada y sui generis, es que carga sobre su espalda, faz, manos, piernas, entrañas e intestinos con un desprestigio que le arrastra.
    Son, culpables y responsables, todos aquellos funcionarios que le han dirigido y se han servido de ella para perpetrar corruptelas al por mayor, fomentar la impunidad y proteger a sus “contlapaches”, socios o amigos de todo tipo de atrocidades cometidas y no investigadas y en consecuencia nunca castigadas. Las encuestas que ha realizado el INEGI, ubican a la Procuraduría en los más altos niveles de desprestigio, corrupción y desconfianza de la ciudadanía.
    Culpables aquellos que desde la dependencia crearon y financiaron y luego protegieron al grupo delictivo de Los Zetas; y aquellos que recibían cuantiosos “embutes” de los jefes de Carteles –sean de Sinaloa, del Golfo o de Tijuana-, llámense Chelo Akal, Arellano Félix o Santo Sapo; o aquella práctica diaria, permanente de no investigar ningún delito y haber convertido a la dependencia en simple oficina receptora de denuncias que se acumularon por millones –léalo bien, por millones-, sin que se diese un solo paso para resolverles.
    Culpables quienes inventaron piras mágicas donde afirman incineraron a estudiantes normalistas en hogueras a 1600 grados de calor, sostenidas por más de 12 horas continuas –que ya las hubiese querido el Nazi de Hitler en sus hornos crematorios para incinerar judíos-. Y otros centenares de asuntos que van desde la invención de “chivos expiatorios”, a la protección relevante a delincuentes pasando por venganzas por asuntos personales.
    Lo peor es que aquellos burócratas que labraron ese gran desprestigio y que trabajaron con tesón para convertir a la Procuraduría en volcán de heces no solo no fueron destituidos sino que hasta han sido ascendidos y siguen mandando en tal dependencia y nunca han sido castigados. Cientos de ellos, culpables y responsables, tienen ahora altos mandos en la dependencia. Incompetentes y todo, ineptos y todo, corruptos y todo, violadores cotidianamente de los derechos humanos y todo, cómplices en asaltos, extorsiones y secuestros y todo, pero ellos siguen bastos, detentando el poder allí.
    Insisto, de ese inmenso desprestigio no es culpable totalmente Peña. ¿Debería Peña, en consecuencia, padecer los efectos de tan abrumador desprestigio? ¿Habría el gobierno de Peña de ser arrastrado a la coladera del lodazal por culpa de tal dependencia? En honor a la verdad, opino que no.
    Entonces: ¿Qué hacer con una dependencia que acumula tanto desprestigio y que embarra al gobierno de Peña en el fango de la corrupción y la impunidad ayudando a que siga en picada el prestigio ya tan mellado de Peña? La vuelve autónoma y se queda con el poder de estar facultado para destituir a su titular; le cambia el nombre y reviste el cambio de “gran avance”.
    Ahora las hordas Dueñas de la corrupción galopante en procuración de justicia y las bandas delictivas propiciatorias de la ineptitud y Dueñas de la impunidad, se cobijan encubiertas a la sombra de la Aureola de la autonomía en una Procuraduría desaparecida que aún no se desmonta y en una Fiscalía que aún no nace.
    Si es culpable y responsable Peña de, en lugar de poner orden y hacer el esfuerzo de componer las cosas en la Procuraduría, escapar por la puerta falsa de lavarse las manos, usando el subterfugio de darle autonomía. Usa mediáticamente el medio: ¡le he concedido el ansiado anhelo de declarar autónomo al Ministerio Público ¡
    Dejar en esa dependencia en los mandos medios y superiores a los mismos que por años laboraron con tesón para alcanzar los más altos niveles de corrupción y desprestigio; mantener empoderados a los mismos que embarraron con sus nocivas prácticas y su pronunciada incompetencia a la dependencia; ascender a los mismos que ya se ha demostrado tienen relaciones íntimas con el narco y el crimen organizado: eso, es un acto criminal.
    No, ex gobernador Peña: usted no se puede escapar por allí y mucho menos, si desde su investidura sigue dando órdenes de a quien proteger y a quien castigar –o sin aclarar que usted nunca ha dado una instrucción en tal sentido, afirmación que pretextan los operadores de tal dependencia para blindar sus actos-; y mucho menos si pretende seguir usando a la dependencia hoy “autónoma” como extensión de su brazo ejecutor –razón que aducen siempre los mandos superiores de tal dependencia cuando se descubren públicamente sus actos ilegales y arbitrarios-.
    Está bien que no quiera usted que el desprestigio de tal dependencia le arrastre y le melle su aureola de niño bien y el cambiarle de nombre a la dependencia lo haga pasar como una reforma de avanzada, pero, darle autonomía para que quienes han hecho mal, o muy mal, las cosas sigan haciéndolas mal en tal dependencia, no sólo es tratar con descaro de reírse del pueblo, sino, también, símbolo significativo de perversidad. Conceder la autonomía así, es darle inmunidad a la corrupción, a la ineptitud, a las bandas delictivas empoderadas de la procuración de justicia.
P. D. La democracia deviene de la justicia; a ti te lo digo puerta….