• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 26 de Abril de 2024

CORRUPCIÓN, CAPITAL SOCIAL Y ¿CONFIANZA?


EMMANUEL RUIZ SUBIAUR


En general los estudios sobre corrupción son bastantes recientes. Por más de 20 años la elaboración de las ciencias sociales y políticas en México estuvo volcada a entender e interpretar los problemas electorales –los problemas “de primera generación”-, los que tenían que ver con las reglas de acceso y distribución del poder. Hoy se trata de reconocer las grandes consecuencias de ese tránsito, el cambio y los nuevos rasgos del Estado democrático, el gobierno en condiciones pluralistas, en suma, la calidad con la que se ejerce el poder en una democracia.
    Como consecuencia de ese tránsito, ahora aflora el problema de la corrupción. Siempre estuvo presente pero no se hablaba de ella: podemos afirmar que el fenómeno de la corrupción era visto como un asunto delicado y complejo que era mejor eludir. En algunas organizaciones internacionales incluso -como el Banco Mundial- cuando se topaban con evidencias ineludibles de corrupción preferían referirse a ella como el factor “C”. Es decir, la corrupción era la innombrable.
    El Banco Mundial y otras instituciones internacionales durante décadas intentaron seguir un camino que abordara indirectamente el problema. En esta visión llamada por algunos la “ruta institucionalista”, era la debilidad o fortaleza de las instituciones la que explicaba el fenómeno.
    Si se toma el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas y se le sobrepone otro de niveles de corrupción encontraremos una primera lectura: los países más desarrollados son a la par los menos corruptos o, a la inversa, los países más corruptos son los menos desarrollados. Y eso ¿para qué carachos nos sirve en el combate a la corrupción? Si, ese es un dato tan veraz como inútil; peor aún: es una hipótesis que con el tiempo ha resultado falaz.
    Es falaz rotundamente el afirmar que la corrupción tendería a desaparecer conforme los niveles generales de desarrollo se fuesen incrementando. Es mentira que para ser un país limpio, es decir sin problemas de corrupción, hay que ser desarrollado.
    Algo había en la tesis que no terminaba por cuadrar totalmente. Sonaba bien tal afirmación: para ser un país sin problemas de corrupción hay que provocar el desarrollo. Entre antes llegue éste más rápido desaparecerá la pandemia. Falso y engañoso.
    La corrupción no solo es un problema moral o ético sino además un gran obstáculo al desarrollo de las naciones. La corrupción, además, es un fenómeno de carácter internacional que debe ser evaluado, medido y expuesto sistemáticamente, sin ningún tipo de consideraciones diplomáticas o políticas.
    Entonces: no es que los países sean menos corruptos por ser desarrollados sino a la inversa, son desarrollados por ser menos corruptos. Aquí se cayó la tesis desarrollista -no sólo se tambaleaba-. Y esto se confirma demostrando el impacto de la corrupción en el desarrollo.
    ¿Cómo discutir el problema de la corrupción? ¿Cómo entenderla y cómo remediarla? ¿Cuáles son los antídotos prácticos que se han instrumentado para combatirla? En el sector público, no se trata de volver arcángeles a los funcionarios públicos, de lo que si se trata, es de que esos funcionarios trabajemos bajo un nuevo contexto de exigencia, más riguroso, conocido por todos, que nuestro trabajo sea sujeto a la métrica de los índices y sea expuesto a la luz del sol.
Hemos de admitir que “no hay vitaminas para fortalecer la moral”, tampoco hay proteínas para fortificar, engrandecer y fortalecer la moral y ética pública, pero si podemos elaborar contextos, canales, estructuras y mediciones objetivas que contengan, reduzcan y detecten la corrupción.
    Se trata de poner en marcha, aquí y ahora, instrumentos mensurables, un conjunto de dispositivos que encaucen y mejoren el trabajo al interior del Estado. ¿Cómo se vincula el desarrollo con la corrupción? ¿Qué tan cierto es que son las normas las que al fin y al cabo determinan los cauces legales o ilegales que en su vida cotidiana habrá de seguir un ciudadano? ¿Hasta dónde el trillado camino de la llamada institucionalización de las sociedades nos permite establecer una ruta crítica, por etapas, de construcción y consolidación institucional?
    Es deseable que las sociedades vayan consolidando tejidos sociales éticos y morales que nos alejen de cualquier tentación corruptora.