• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

Educación: mañana estaremos peor


Omar Carreón Abud


 Dirigente del Movimiento Antorchista de Michoacán. 

Articulista , conferencista y autor del libro Reivindicar la verdad

De que se necesita una reforma educativa, se necesita. No hay quien lo dude. Pero urge una reforma educativa que vaya más allá, mucho más allá, de la presentación de exámenes de idoneidad para los maestros, lo cual, me queda claro, no es lo único que propone la reforma que impulsa el Gobierno Federal.
    No obstante, puede asegurarse que sólo un especialista atinaría a decir de qué otros aspectos consta la reforma en curso, no sólo porque toda la publicidad se la han llevado los mentados exámenes y la resistencia que han causado, sino porque de ninguna otra manera se nota la presencia, y menos aún los resultados palpables, de la polémica medida.
    El lugar de México entre los países evaluados por su rendimiento educativo sigue siendo el mismo, y el mismo secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, lo reconoció el pasado viernes 18 de noviembre cuando dijo que “uno lo puede ver bajo la prueba PISA, bajo cualquier prueba, obviamente el desempeño general de México es malo, incluso el desempeño de los mejores niveles es realmente pobre comparado con otros países”.
    Así de que es apremiante instrumentar una verdadera reforma educativa que garantice la educación hasta la licenciatura a las grandes masas populares, lo que entrañaría el otorgamiento de becas, la instalación de internados, de comedores, la aportación oficial de ayudas de todo tipo para que nadie abandone la escuela por razones económicas y, también, la cancelación de todo tipo de exámenes para ingresar a las escuelas superiores concretándose a exigir solamente la obtención de los certificados de aprobación del nivel inmediato anterior.
    México necesita una educación de excelencia que impulse el ascenso a los más altos niveles educativos de los jóvenes más entregados y talentosos, a fin de que llegue a tener sabios productores de ciencia y tecnología de vanguardia que hagan posible un desarrollo mínimamente independiente en estos rubros.
    El país tiene necesidad de una educación nacionalista que enaltezca los grandes logros de nuestro pueblo que, en última instancia, son conquistas de la humanidad entera, haciendo a un lado la enajenación que promueve el imperialismo como vieja forma de someter a los pueblos.
    Y, claro, requiere de la formación -no sólo la disciplina laboral- de educadores abnegados, expertos, humanistas y nacionalistas que garanticen el salto adelante que demandan las nuevas generaciones de mexicanos; requiere la educación de los educadores.
    A mí me parecen indiscutibles las cualidades transformadoras de los pueblos que tienen buena educación, porque creo que es evidente que ésta brinda a sus habitantes ventajas para sus legítimas aspiraciones de ascenso social.
    Traigo a colación, por ello, la intervención del secretario de la SEP, Aurelio Nuño Mayer, en el Centro de Estudios Espinoza Yglesias (CEEY), institución que organizó la “Social Mobility Summit” en días pasados y de cuyo reporte oficial extraje las palabras que cité anteriormente.
    “En México -dijo el señor secretario Aurelio Nuño- terminar la secundaria implica ganar el doble de quien no la termina, tener papás que fueron a la universidad implica tener un 80 por ciento de probabilidad de ir también a la universidad… y terminar una carrera universitaria implica tener cuatro años más de expectativa de vida”. Contundente y cierto.
    Ahora bien, la familia pobre, librada a sus propias fuerzas, no puede alcanzar esas metas. Por tanto, en un régimen como el nuestro es decisiva la intervención del Estado para subsanar las deficiencias familiares de clase, para hacer que todos los jóvenes terminen una buena secundaria, lograr que todo mundo tenga padres que hayan asistido a la universidad y llegar al punto en que todo mundo tenga una carrera universitaria. Sólo que más allá del discurso oficial, en los hechos, que son los que siempre cuentan, ésa no parece ser la convicción de la Secretaría de Educación Pública.
    Y cito hechos irrefutables: no se atienden las demandas educativas de decenas de miles de estudiantes, maestros y padres de familia de todo el país que ha llevado respetuosamente a las oficinas de la SEP el Movimiento Antorchista Nacional (MAN).
    Las carencias, terribles e inexplicables en algunos casos, fueron detectadas, puestas en orden y por escrito de manera totalmente gratuita por los activistas de la organización haciendo el trabajo de los funcionarios de la dependencia.
    Sin embargo, y pese a que estas demandas están evidentemente justificadas y expuestas de manera clara y precisa -¡es más, los integrantes de la comisión designada por la Dirección Nacional del MAN para tratar con la SEP han tenido que aportar a los empleados encargados de recibir la petición, claves, localidades, matrículas, nombres y apellidos; es decir, infinidad de pormenores que deberían conocer estos señores!- en un juego provocador que ya dura varios meses, los funcionarios de esta dependencia federal se hacen los ignorantes y tornan a pedir más y más banalidades que en la reunión previa no habían solicitado. Y nada se resuelve.
    ¿Se trata acaso de lujos o de excesos, como los que tienen quienes pertenecen –en palabras del señor secretario- a “el decil más rico en México (que) tiene una cobertura educativa igual o mejor que el promedio de los países más ricos del mundo”?
    Nada de eso. Los solicitantes de mejor educación que representa el MAN pertenecen a las capas más pobres y, por tanto –como se ve- más ignoradas de la población. Reclaman escuelas de tiempo completo, claves de centro de trabajo, cambios de clave, titulaciones detenidas arbitrariamente, infraestructura y equipamiento para escuelas “de palitos”, plazas docentes, horas de clase y, entre otras demandas que no son más que injusticias indignantes con seudónimo, la jubilación de profesores que dedicaron toda su vida al servicio, que hace 16 años que dejaron de prestarlo por edad y por razones estrictamente políticas jamás han recibido un centavo de la Secretaría de Educación Pública. Mal andamos.
    Precisamente por eso me llamaron poderosamente la atención las palabras con las que finalizó su intervención el secretario Nuño Mayer en la dicha “Social Mobility Summit” en donde además dijo:
    “En educación básica, es decir, preescolar, primaria y secundaria, de México, hay 200 mil escuelas y, en números redondos, 100 mil escuelas tienen el 86 por ciento de la matrícula y otras 100 mil tienen tan solo el 14 por ciento de la matrícula.
    Y esas 100 mil escuelas que tienen el 14 por ciento de la matrícula son escuelas pequeñitas en una gran dispersión por la población dispersa (sic), particularmente en la zonas más pobres del país… vamos a hacer un programa de reconcentración de escuelas en donde se va a poder tener, por un lado, un gasto mucho más eficiente, pero más allá de eso va a ser una política de equidad con muchísima fuerza… porque vamos a poder llevar a niños que hoy están en pequeñas escuelas, aisladas en donde no hay infraestructura suficiente y maestros suficientes y a lo mejor no con la calidad necesaria a escuelas de organización completa en donde se pueda tener la infraestructura adecuada, plantillas completas, maestros bien preparados, etc.”. Hasta aquí el señor secretario.
¿Leí bien? ¿Se dispone la SEP a barrer con 100 mil escuelas? ¿La eficiencia del gasto en ellas se va a medir con los parámetros de la eficiencia en las grandes ciudades?
En lugar de acercarles al maestro, proveerles de infraestructura y llevarles la tecnología de vanguardia ¿se va a “llevar” a los niños a otra parte? ¿Cómo? ¿Es eso “una política de equidad”? Dudar es también un derecho humano, hago ahora uso de él “con muchísima fuerza” y reitero: mañana estaremos peor.