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  • Viernes 19 de Abril de 2024

Ejército y Policía Federal atacaron a normalistas

Los reportes de los hechos violentos ocurridos en Iguala, se trasmitieron en tiempo real a la PF, la Sedena y otras instancias federales de seguridad, revela operador


Segunda y última parte


México, DF., 16 de diciembre.- Natividad Elías Moreno, operador de radio de la policía de Iguala y quien trabajaba en el Palacio Municipal la noche del 26 de septiembre, explica en entrevista que el C4 del municipio está conectado al Sistema Nacional de Seguridad Pública, controlado por la Segob. Afirma categórico que todos los reportes que llegan al C4 van simultáneamente a la PF, al Ejército y a las instancias federales de seguridad.
    El pasado 7 de noviembre el procurador general Jesús Murillo Karam afirmó que el “operador de radio de la central de policía de Iguala, David Hernández Cruz”, declaró que fue Abarca quien ordenó el ataque a los estudiantes. De acuerdo con la copia obtenida por este semanario de la “orden de los Servicios Operativos de Vigilancia, así como de los Servicios Administrativos”, ningún empleado de dicha corporación tiene ese nombre.
    Los documentos obtenidos indican que desde el 28 de octubre la Segob y el senador priista Omar Fayad –cabeza del grupo de trabajo encargado de indagar lo ocurrido en Iguala– recibieron el informe pormenorizado del gobierno de Guerrero.
    El segundo ataque
    El segundo ataque tuvo lugar unas cuadras antes de llegar al Periférico de Iguala. Las balas impactaron los vidrios de los vehículos, poncharon las llantas y una patrulla municipal le cerró el paso a la caravana de tres autobuses. En una acción coordinada y táctica los estudiantes quedaron atrapados entre dos fuegos, sin posibilidad de escapar.
    Algunos estudiantes intentaron mover la patrulla municipal, pero les dispararon. El normalista Cornelio Copeño dijo que ese fue el momento en el cual su compañero Aldo Gutiérrez recibió el disparo en la cabeza.
    Los 12 videos obtenidos captaron la agresión. En un audio sin imagen se escuchan las ráfagas. En otro se ve a Aldo tirado al lado de una patrulla agitando los brazos. Y en una grabación más se escucha que los estudiantes reclaman a los policías por qué recogen los casquillos percutidos.
    El tercer autobús fue el más dañado. Asientos y pasillos quedaron manchados de sangre, como se ve en las fotografías tomadas por los estudiantes. Fue de ahí de donde se llevaron a algunos de los 43 desaparecidos.
    El estudiante Francisco Trinidad Chalma declara que durante el segundo ataque “policías municipales” bajaron a sus compañeros y en el costado izquierdo del camión los tenían sometidos. “Eran como 17 o 18 y policías eran alrededor de 60. Al parecer había compañeros heridos porque los tuvieron un rato en el suelo”.
    Otros testimonios de los mismos estudiantes hablan de “patrullas municipales” y “más patrullas”, y afirman que algunos atacantes estaban equipados con pecheras, rodilleras, cascos, coderas y pasamontañas, y una patrulla traía un soporte para ametralladora desde donde un uniformado los encañonó. Otros agregan que los policías adoptaron posición de tiro. Se investigó que la Policía Municipal de Iguala no usa ese equipo ni éste forma parte de los objetos asegurados por la fiscalía.
    “Pregunté quiénes habían sido los que les habían disparado, manifestándome los compañeros que habían estado en el lugar de los hechos que primeramente fueron los policías municipales, quienes con un vehículo tipo patrulla les obstaculizaron la circulación, y unos compañeros se bajaron a hacer la patrulla a un lado para que los dejaran pasar, y que al momento de que intentaron mover la patrulla (…) llegaron elementos de la Policía Federal y ellos fueron los que dispararon en contra de mis compañeros, hiriendo a varios de éstos, y resultó muerto uno de ellos, sin saber el nombre de éste, por lo que los demás compañeros se bajan de los autobuses y salen corriendo para protegerse de las balas de los federales, por lo que se pusieron atrás de los autobuses y otros se tiraron al piso, y que uno de los federales se puso a fumar un cigarro en una esquina, y haciendo ademanes de que se arrimaran, ya de ahí los federales empezaron a recoger los casquillos para no dejar evidencias de los hechos”, declaró a la fiscalía el estudiante Luis Pérez Martínez.
    Un testigo entrevistado por Proceso señala que fue a ver qué pasaba. Cuando llegó, la calle estaba cerrada por policías encapuchados, con armas largas, uniformes oscuros y se fijó en el detalle de que no usaban pantalones como los de los policías municipales. Uno de los videos revisados por los reporteros demuestra que entre los atacantes sí había agentes de la PF.
    Se buscó en la Normal de Ayotzinapa a los estudiantes que estuvieron durante los tres ataques ocurridos en la calle Juan N. Álvarez, pero no fue posible localizarlos pues a la mayoría de ellos sus padres los sacaron de la escuela poco después de que los jóvenes declararon ante las autoridades, la mañana del 27 de septiembre, a las cuales, por temor, les dieron nombres falsos.
    Vidulfo Rosales, abogado de los normalistas y de los padres de los desaparecidos, dice a Proceso que tras el ataque hubo confusión y miedo, pero que desde un inicio los estudiantes declararon que la PF participo en el ataque. En los últimos días de noviembre los jóvenes ampliaron sus declaraciones ante la PGR para dar más detalles de la participación en los hechos de la PF y el Ejército.
Municipales y Ejército
La base de la policía de Iguala está en el número 109 de Rayón, un callejón. La PGR sostuvo que esa noche los 43 estudiantes fueron trasladados ahí en patrullas y después fueron entregados a Guerreros Unidos.
    La base tiene una sola entrada y por su portón no caben las camionetas con roll bar que usa la Policía Municipal. Esto se verificó pues la PF, que ahora resguarda esas instalaciones, usa el mismo tipo de unidades y éstas no pueden pasar. Los detenidos son bajados en la calle y entran caminando. Por dentro las oficinas de una sola planta forman una especie de escuadra y todas tienen vista a un patio abierto con forma triangular al cual también tienen vista las casas aledañas. Los vecinos afirman a este semanario no haber visto ni escuchado nada fuera de lo común esa noche.
    Ante diputados federales, el secretario de la Defensa, Salvador Cienfuegos, afirmó el 13 de noviembre que el 27 Batallón de Infantería supo del ataque dos horas después de ocurrido. Pero según esta investigación, los militares sí fueron informados a través del C4 y comandos del batallón estaban en la zona cuando todo pasó. Luego del segundo ataque, entre las 23:00 y las 24:00 horas, un capitán del que sólo se conoce el apellido, Crespo, del 27 Batallón de Infantería, llegó a la base de la Policía Municipal de Iguala junto con otros 12 militares. Crespo habló con el juez de barandilla Ulises Bernabé García y con el pretexto de buscar “una motoneta blanca” se metió a inspeccionar las celdas, oficinas y el patio. Testigos de la visita del capitán dijeron que después de que se supo de la desaparición de los estudiantes, les pareció más sospechosa.
    El 21 de noviembre Bernabé García fue citado a declarar por primera vez por una autoridad desde que ocurrieron los hechos. Dijo a la PGR lo ocurrido con el capitán Crespo y afirmó que los estudiantes de Ayotzinapa nunca fueron llevados a la base de la Policía Municipal.
    El 30 de octubre a las afueras de Iguala fue colocada una manta dirigida a Peña Nieto supuestamente firmada por un narcotraficante apodado El Gil. En ésta se responsabilizó de la muerte y desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, entre otros, al “capitán Crespo”, a quien se acusó de trabajar para el crimen organizado.
    A las 23:00 horas Omar García y otros estudiantes de Ayotzinapa llegaron a Iguala luego de recibir llamadas de auxilio de sus compañeros. Hubo una hora sin disparos y ya no se veía a ningún policía. Los normalistas llamaron a la prensa y mientras daban una conferencia en la esquina del Periférico y Juan N. Álvarez, un comando abrió fuego contra ellos a distancia. Cuando echaron a correr hubo varios heridos y dos estudiantes cayeron muertos: Daniel Solís y Yosivani Guerrero.
    El cuerpo de Julio César Mondragón, el tercer estudiante asesinado, apareció al día siguiente en las inmediaciones del C4 con el rostro desollado y con un globo ocular desprendido. No tenía ningún disparo y según la necropsia murió por fractura de cráneo. García dice a este semanario que quienes dispararon era gente entrenada: “Es obvio que era gente muy capacitada; he sido testigo de muchas balaceras en muchos lugares”, afirma.
    “El Ejército llegó rápidamente. Entró. Cortaron cartucho a modo de que iban, no sé, contra delincuentes, nos acusó de que estábamos allanando morada, que nos iban a llevar a todos, pues que éramos delincuentes”. Señala que los obligaron a quitarse la camisa, revisaron si traían armas, les tomaron fotografías y les pidieron sus nombres reales.
    “‘No quiero que me den nombres falsos porque si me dan un nombre falso, nunca los van a encontrar’. Eso lo dijo así, textualmente”, afirma Omar. “Nos estaban insinuando que nos iban a desaparecer o que nos iban a tener en algún lugar”.
    Simultáneamente al tercer ataque hubo una cuarta agresión contra uno de los camiones de normalistas que tomó hacia Periférico Sur. De acuerdo con el informe de la Fiscalía de Guerrero, el camión Estrella de Oro fue atacado en el tramo Iguala-Mezcala, tenía vidrios rotos y llantas ponchadas. Se localizaron piedras, un suéter, un pañuelo y ocho playeras, una de ellas con sangre y residuos de gas lacrimógeno, el cual tampoco usa la policía de Iguala.
    Tras los hechos del 26 y 27 de septiembre, el jefe de la base de la PF en Iguala, Luis Antonio Dorantes y el oficial Víctor Colmenares fueron removidos de sus cargos, se informó a Proceso en la base policiaca.