• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 26 de Abril de 2024

ES POLÍTICA, NO AJEDREZ

El Gregueriano: El ajedrez es un juego; la política no. Por eso: no seas indiferente.


EMMANUEL RUIZ SUBIAUR



Puedes perder una o más partidas de ajedrez sin que tengas repercusiones en tu contra; en política perder una lid te trae consecuencias, en ocasiones de gran molestia.
    El ajedrez es un juego donde se requiere mucho uso de inteligencia y estrategia; en la política basta usar la sagacidad, en ocasiones la audacia o la temeridad y un poco de táctica.
    En el ajedrez se mueven las piezas y se pueden prever las siguientes jugadas del adversario o saber hacia a dónde va; en la política se sortea con la veleidad y el voluntarismo de los participantes y la única orientación que se tiene de su juego, es como una veleta: gira siempre hacia donde supone puede hacer prevalecer sus intereses a como dé lugar.
Al ajedrez le han denominado el «juego ciencia»; de la política se dice entre los académicos que puede llegar a ser una «Ciencia noble».
    Una partida de ajedrez puede traerte consecuencias en tu contra si has puesto en ella alguna apuesta de envergadura; en política toda lid perdida, con certeza, te traerá consecuencias -frecuentemente no de tu agrado-.
    En el ajedrez sólo participan en el juego el que mueve las piezas blancas y el que mueve las piezas negras; los demás son espectadores. En la política se ensartan en la lid hasta quienes no lo hacen directamente y toda decisión en política te afecta; si no te metes en política la política se mete contigo –aunque tú no le alcances, ella te alcanza-.
    En el ajedrez el Rey es la pieza más importante; todos protegen al Rey, y la Reyna es su más poderosa defensora, y las partidas no se acaban solo hasta que tienes cautivo. derrotado e inmovilizado, en jaque mate al Rey. En política se ha vuelto frecuente que se protege con todo y a ultranza a la Reyna, aun exponiendo al rey al cadalso o a el cautiverio; frecuente es ver al Rey en la cárcel y a la Reyna en el goce y disfrute no solo de la libertad sino, también, de las riquezas del Reino.
    En el ajedrez el mayor temor es que te saquen del juego y que en el lado del tablero que ocupabas se ubique otro jugador; en política el mayor temor radica no en que te saquen sino en te metan en chirona y seas jugador en la picota. Pero no todo está perdido en el país y en Tabasco: unos perderán la QG y otros Los Pinos, pero ganarán un Creset o el Reclusorio Oriente y no Almoloya -así lo exige el pueblo irremediablemente-; otros ganarán la QG y Los Pinos, pero perderán la libertad con la que hasta hoy se mueven. Sólo el tiempo y la historia determinará si valió la pena. También en el ajedrez opera la desilusión y la decepción.
    Como estamos en temporada de política y no de ajedrez, es oportuno transcribir un espléndido texto de Antonio Gramsci –el creador del concepto “sociedad civil”, que he titulado Odio a los indiferentes:
    “Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido, ser partisano. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partidario. La indiferencia es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes.  La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, no se debe tanto a la iniciativa de los pocos que lo traman, como a la indiferencia, al absentismo de muchos.
    Lo que sucede, lo que viene, no es tanto porque algunos quieren que suceda, sino porque la masa de hombres abdica de su voluntad. Deja pasar, deja que suceda. Deja que se agrupen todos esos nudos que sólo la espada podrá cortar, podrá cambiar. Permite la promulgación de leyes, que solo la revuelta hará abrogar. Pocas manos, no supervisadas por ningún control, tejen la red de la vida colectiva y la masa: ignora; porque no se preocupa por ello. Por eso odio a quien no toma partido; odio a los indiferentes.”