• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

Las 10 razones de la caída de Peña Nieto


Jenaro Villamil


ANALISIS


MÉXICO, DF.- En septiembre de 2014, el gobierno de Peña Nieto se autocelebraba a escala nacional e internacional. Era el Mexican Moment. Sus índices de aprobación rebasaban 50% en la mayoría de las encuestas. En el Waldorf Astoria de Nueva York, el 23 de septiembre, Peña Nieto recibió el premio al “Estadista Mundial del Año” otorgado por la fundación Appeal of Conscience Foundation. Cuatro días después se detonó la pesadilla de Iguala y la tragedia de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en una larga noche que inició la pesadilla del sexenio.
    Un año más tarde, en septiembre de 2015, el gobierno de Peña Nieto perdió la iniciativa, la prensa internacional ya no lo alaba, lo increpa, lo critica, cuestiona la corrupción y la violación de los derechos humanos. La economía mexicana pasa por su peor momento con una devaluación de más del 25% acumulada del peso, la baja del 60% de los precios internacionales del petróleo, una expectativa de crecimiento para este año que no rebasa 2% (la mitad de lo prometido) e informes que revelan que cada minuto 2 mexicanos se suman a las filas de la pobreza hasta alcanzar 53 millones de compatriotas que no tienen los recursos necesarios para vivir. El Mexican Murder que inició en Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2015 alcanzó su peor momento con la fuga de Joaquín, El Chapo Guzmán, el pasado 11 de julio. Los índices de aprobación de Peña Nieto con trabajo rebasan los 35 puntos. A la tragedia de Iguala se han sumado las de Tlatlaya (ocurrida antes, pero detonada poco después por informes de la presunta ejecución extrajudicial de 22 personas), de Apatzingán (el Día de Reyes de enero 2015), de Ecuandureo, Michoacán y otros episodios.
    ¿Qué sucedió? ¿Fueron circunstancias externas o un “ataque sistemático de fuerzas oscuras”, como se queja el primer círculo peñista?
    Al iniciar su cuarto año de gobierno, Peña Nieto y su equipo se enfrentan a 10 problemas fundamentales:
    1.- Gobierno a la retaguardia: Tras la imposición de las 13 reformas estructurales que concentraron la operación política y gubernamental, la administración de Peña Nieto perdió la iniciativa, se volvió un gobierno reactivo e ineficaz ante todos los desafíos que se le han presentado. Ni uno solo de estos desafíos ha sido resuelto. Peor aún, ante cada uno de ellos (Ayotzinapa, Casa Blanca, El Chapo, la devaluación, la baja internacional de los precios del petróleo, la baja producción de hidrocarburos etcétera), el peñismo ha respondido sin asumir ninguna responsabilidad.
    2.-Disolución del Pacto por México: El maquillaje del consenso interpartidista ya no funciona. El Pacto por México fue un operativo elitista desde las burocracias dominantes de los tres grandes partidos (PRI, PAN y PRD). Fueron eficaces para cooptar, corromper y destruir la base de legitimidad de estas tres fuerzas. Ahora, el PAN y el PRD pagan internamente los costos de esta apuesta.
    3.-La pérdida del control de su sucesión: Por segunda vez en su breve y fugaz carrera política, Peña está en riesgo de perder el control de su propia sucesión. En 2011 tuvo que ceder ante Eruviel Ávila, exalcalde de Ecatepec, para nombrarlo como su sucesor en el gobierno del Estado de México ante la amenaza de una escisión. En 2015 tuvo que ceder la presidencia nacional del PRI a Manlio Fabio Beltrones, su viejo adversario interno, ante la pérdida de fuerza de la presidencia. A su delfín Aurelio Nuño no lo pudo colocar al frente del tricolor y lo nombró como titular de la SEP. Los recientes cambios en su gabinete, lejos de ser un mensaje de fortaleza y de cuadros sólidos, reflejaron la torpeza de no saber para qué quiere a cada colaborador.
    4.- Presidencialismo vulnerable:Los dos primeros años del gobierno de Peña Nieto fueron un exceso de restauración presidencialista. Todas las reformas estructurales fueron impuestas desde Los Pinos y con un claro guión: centralizar más en el Poder Ejecutivo las decisiones y el control de las políticas energética, financiera, fiscal, político-electoral, de telecomunicaciones, laboral, educativa, desarrollo social, lucha anticorrupción. Y los resultados han sido desastrosos. Todas estas áreas están en crisis.
    En parte, la crisis de estas reformas se debe a la propia debilidad de la presidencia de Peña Nieto. Su vulnerabilidad se concreta hasta en su imagen pública. A Peña se le ve delgado, demacrado, sin transmitir energía ni convicción. A diferencia de Salinas, Zedillo o Calderón, Peña padece la segunda mitad de su gobierno.
    5.-Irritación ante las ejecuciones y desapariciones forzadas: La irritación social y las movilizaciones en casi todo el país no han frenado ante los expedientes cada vez más graves de violaciones a los derechos humanos, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas y, recientemente, homicidios de los periodistas y activistas de derechos humanos. Los casos de Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán y Ecuandureo –por mencionar los más representativos– constituyen expedientes abiertos y graves de los excesos cometidos por la política de militarizar la lucha contra el crimen organizado. El crimen de cinco personas en la colonia Narvarte, del Distrito Federal, el pasado 31 de julio, ya afectó a su propio gobierno. Firmas de más de 300 intelectuales y escritores están señalando que la responsabilidad no es sólo de los gobiernos del DF y de Veracruz, sino de la administración peñista.
    6.-Escándalos de corrupción: La corrupción del gobierno de Peña Nieto ya no es un rumor sino un continuo de escándalos que trascienden ya las fronteras nacionales. En ningún momento como en este tercer año de su administración, el peñismo quedó exhibido por los casos más representativos de corrupción: Casa Blanca, Malinalco, OHL, Ixtapan de la Sal, entre otros.
    El decálogo que dio a conocer en noviembre de 2014 para enfrentar la corrupción nació muerto. El nombramiento este 2015 de un nuevo secretario de la Función Pública se transformó en meme en las redes sociales ante los pésimos resultados de la “investigación” de su titular, Virgilio Andrade.
    7.- La fuga de El Chapo, la fuga de la confianza: La fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, considerado por el mismo gobierno peñista como el jefe del crimen organizado más importante, representó no sólo un duro golpe de imagen sino la demostración de un grado muy alto y peligroso de vacío de poder. A la fuga del capo le correspondió un descrédito nacional e internacional frente a las propias versiones oficiales. En casi todas las encuestas, más del 70 por ciento de los ciudadanos consultados no creen en la versión oficial de la huida de Guzmán Loera a través de un túnel que nadie escuchó, vio ni pudo evitar.
    Por si fuera poco, con El Chapo se fugó la confianza en su administración y en los grandes proyectos como la Ronda Uno o la construcción del nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México.
    8.- Reforma energética desacreditada: Sobrevendida como “la madre de todas las reformas”, la energética y eléctrica se ha convertido en una vergüenza. A pesar de la apertura indiscriminada y la virtual legalización de las concesiones a trasnacionales extranjeras, en la Ronda Uno sólo se adjudicaron 2 de los 14 bloques licitados. La producción petrolera ha disminuido y Pemex se encuentra en una situación peor que antes.
    9.- Crisis de seguridad pública y de seguridad nacional: El tercer año de gobierno peñista demostró el agotamiento de una política que privilegia la militarización de la lucha contra el crimen organizado y la incapacidad de garantizar mejore cuerpos policiacos. De los ocho cárteles que existían al inicio de su administración, ahora se ubican a 13 grupos criminales, según informes de la DEA y de la propia PGR. La operación en Michoacán y en Tamaulipas no rindieron los frutos deseados. Ambas entidades se encuentran en una situación de mayor vulnerabilidad frente al narcopoder.
    10.- El factor Angélica Rivera, La Gaviota: Nunca como en este tercer año de su administración, la figura de la esposa de Peña Nieto pasó de ser un bono de popularidad en un grave déficit de credibilidad. La actriz Angélica Rivera pasó a ser heroína a villana en el guión mediático de su gobierno.
    Peña Nieto la sacrificó con tal de salvarse en el escándalo de la Casa Blanca, sin darse cuenta que al caer La Gaviota cayó también el único elemento de distracción y entretenimiento que le daba cierto aire de atractivo a su gobierno para las audiencias despolitizadas.
    Ahora, los rumores sobre su divorcio, sobre la mala relación entre ambos o sobre el montaje de un matrimonio por conveniencia se han convertido en una contante del reality show que puede terminar en thriller.