• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 25 de Abril de 2024

El modelo económico de Antorcha: los salarios


Brasil Acosta Peña


Doctor en economía por el Colegio de México (COOLMEX)  con estancia en investigación en la Universidad de Princeton,  fue catedrático en el Centro de Investigación  y Docencia económica y articulista en la revista  económica Trimestre Económico

El Movimiento Antorchista Nacional (MAN) pretende conquistar el poder público por la  vía legal, es decir, por vía democrática, con el fin de instaurar un modelo económico progresista y con un profundo sentido social. No está en contra de la empresa privada; sí, de los abusos que se cometen en nuestro país y que provocan la falta de crecimiento económico y los bajos niveles de bienestar social de la mayoría de los mexicanos.
    Vivimos en una sociedad estancada económica, social y culturalmente, lo cual nos golpea de forma constante y da pie a un proceso de descomposición que de no detenerse y cambiar en la dirección correcta puede generar una crisis social caótica que dé luz a “movimientos redentores” que aprovechen la confusión y lleven a México a una nueva revuelta sangrienta e innecesaria que, como siempre, pagará el pueblo más pobre y vulnerable.
    La sociedad debe confiar en Antorcha como alternativa de Gobierno y le decimos que hay una ruta pacífica pero radical que puede sacarnos gradualmente del atolladero.
    Son cuatro los elementos principales que componen el planteamiento económico de nuestro modelo: elevación de salarios, trabajo para todos los que quieran laborar, política fiscal progresiva y redistribución del gasto social. En las siguientes colaboraciones, abordaremos cada uno de estos puntos.
    Es común escuchar que en el país los salarios son “competitivos”, pero detrás de este concepto se oculta la realidad, la fuerza de trabajo se paga muy mal. El empresario que no invierte capital sobrevive porque paga salarios de hambre.
    Aunque el salario mínimo ha servido sólo como “un referente” (es decir, para pagar multas, penas, etcétera), lo cierto es que 10 por ciento de la población económicamente activa (PEA) recibe un salario mínimo; es decir, cinco millones de mexicanos (los registrados en el Seguro Social) tienen este ingreso. Sin embargo, aproximadamente 29.3 millones de mexicanos trabajan en el sector informal (60 por ciento de la PEA), según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en 2015, quienes por lo mismo no tienen un ingreso mínimo ni seguro y carecen de las prestaciones de ley que deberían gozar.
    El salario en México, desde la apertura comercial en 1994, se ha estancado y ha servido de estrategia “competitiva” para la clase económica más poderosa del país. No se han aumentado los salarios nominales y, peor aún, han sido fuertemente golpeados por el alza de precios; esto quiere decir que los ingresos laborales han perdido su capacidad adquisitiva en más de 70 por ciento; si en los años 90, con un salario mínimo podía comprarse un litro de leche hoy sólo pueden consumirse 300 mililitros.
    Según los economistas modernos, el aumento del salario está anclado a la productividad; sin embargo, en nuestro país es al revés, la productividad ha aumentado pero los salarios no.
    De acuerdo con la encuesta industrial anual del Inegi, el crecimiento acumulado en la producción por persona ocupada en la industria manufacturera es de 67 por ciento, tan sólo entre los años 2003 y 2008; pero el aumento del salario mínimo en estos años sólo fue de 22 por ciento y a la fecha no se han registrado cambios sustanciales.
    Además se amenaza o chantajea con el argumento de que si los salarios suben aumenta la inflación, razón por la que “no conviene” elevar también los ingresos laborales.
    Los trabajadores mexicanos, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), son los que más tiempo laboran en el mundo, con 10 horas diarias en promedio (las mujeres hasta 12 horas), y los peor remunerados del mundo.
    También se sabe que estamos entre las 15 economías más poderosas del mundo, pero que nuestro ingreso promedio per cápita se halla en el lugar 80.
    ¿A quién le corresponde incrementar la productividad? Especialistas en administración de operaciones estiman que la mano de obra puede aportar 10 por ciento a la elevación de la productividad (claro, con una mano de obra fuerte, educada, descansada y con una vida adecuada, un sistema de transporte cómodo y eficiente, como reconocen los administradores de operaciones); el capital puede aportar un 38 por ciento, pero si los empresarios no invierten para aumentarla, la productividad se estanca.
    Finalmente, según los expertos, 52 por ciento de la responsabilidad de elevar la productividad corresponde a la administración de operaciones, es decir, a la búsqueda de mecanismos que hagan más eficiente a la empresa mediante la mercadotecnia, mediante procesos cada vez más adecuados y un mejor ambiente laboral.
    Tanto el capital como la administración de operaciones son responsabilidad de la empresa y en el terreno de los trabajadores, tanto la empresa como el gobierno, tienen la obligación de brindar condiciones para que el trabajador juegue su papel en el proceso de producción y la generación de riqueza.
    Sin embargo, si las autoridades no garantizan la seguridad de los trabajadores, una vivienda digna, acceso a la recreación, a la salud y a una buena alimentación, la producción no irá mejor.
    En México, los poderosos quieren ganar como los empresarios de Estados Unidos pero sin pagar los salarios que allá reciben los obreros. En esa nación los trabajadores de menores ingresos reciben 8.5 dólares la hora, mientras que en México sólo perciben medio dólar en el mismo lapso de tiempo. Además, de acuerdo con un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México, en 1982 los mexicanos con un salario mínimo podían comprar 50 kilogramos de tortillas y hoy sólo pueden adquirir cinco kilos con 800 gramos.
    Es decir, hemos perdido 88.61 por ciento de la capacidad de compra. En 1987, para adquirir la canasta básica se requerían cuatro horas y tres minutos de trabajo; hoy se necesitan 22 horas. Esto justifica, a las claras, la necesidad de incrementar el nivel del salario y explica, al propio tiempo, la razón del aumento de la pobreza.
    La canasta básica diaria, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), es de 90 pesos; sin embargo, algunos autores señalan que para adquirirla son necesarios 350 pesos por día. Si éste fuera el caso y a los 50 millones de personas se les pagara un mínimo de 350 pesos diarios, se requerirían diariamente 17 mil 500 millones de pesos, es decir, 6.3 billones de pesos al año.
    El Presupuesto de Egresos de la Federación 2016 es de cuatro billones 763 mil 874 millones de pesos; sin embargo, el PIB es de 22 billones de pesos, es decir, los salarios deberían representar 28 por ciento del PIB; no sucede así.Cuando el MAN, con la confianza de la sociedad, gobierne este país, aumentará los salarios de manera no inflacionaria para mejorar las condiciones de vida del trabajador, impulsará el mercado interno y logrará una disminución efectiva del valor de la canasta básica mediante una adecuada redistribución de la riqueza;  elementos esenciales para lograr nuestro propósito.