• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 26 de Abril de 2024

Mueva el Castillo


Por Uriel Tufiño



@UTufigno

Desconozco si la expresión “emperador” es la correcta para designar a Atahualpa, el último de los gobernantes Incas, quien perdió su libertad a manos de los conquistadores españoles luego de unos –digámoslo así- malos entendidos entre la “diplomacia” europea y la indoamericana.         A partir de este punto los historiadores siguen distintas líneas y las leyendas se entrecruzan a cada momento, pero lo cierto es que el emperador inca estuvo recluido en Cajamarca.
    Una de las leyendas cuenta que, dotado de una notable inteligencia, Atahualpa aprendió a jugar ajedrez en prisión con sólo ver a los españoles frente al tablero. Un día, mientras jugaban el capitán Riquelme y el capitán Hernando de Soto –quien se había convertido en una especie de protector de Atahualpa-, en un momento determinado de la partida el andino le dijo a Soto: -no capitán, el caballo no, mueva el castillo (la torre). Hernando de Soto corrigió su movimiento y unas jugadas más adelante ganó la partida. Se dice que, como consecuencia de este atrevimiento, Atahualpa selló su destino y fue condenado a la pena de muerte por un tribunal integrado, entre otros, por el capitán Riquelme.   
    Alfredo Castillo se ha convertido en el más polifuncional e incondicional burócrata al servicio de los gobiernos de Enrique Peña desde que éste era gobernador en el Estado de México. Ha sido Procurador mexiquense, Subprocurador en la PGR, Procurador Federal del Consumidor, Comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, y luego de unas semanas de descanso –o quizá de compras en alguna tienda de Polanco-, ahora es el titular de la Comisión Nacional del Deporte.
    Si Alfredo Castillo sabe algo de deporte o no, no es el motivo central de esta colaboración, aunque no dejo de mencionar que tal vez tenga experiencia en tiro al blanco y en carreras con obstáculos. Lo que si me mueve a escribir estas líneas es saber si con anticipación a su designación al frente de la CONADE, Enrique Peña sabía que se le venía un nuevo escándalo derivado de otra investigación periodística. Una más.  
    En una fecha tan lejana como el seis de enero de este año, nueve personas murieron en un enfrentamiento en Apatzingán, enfrentamiento que desde siempre quedó bajo la sospecha pues las imágenes grabadas no parecían coincidir con lo que fue la explicación oficial dada unos días después por Alfredo Castiillo. El entonces Comisionado para Michoacán afirmó que la mayoría de las víctimas habían fallecido como consecuencia de un “fuego cruzado”.         Hoy, gracias a una valiente periodista -una más- dicha versión no sólo es insostenible, sino un insulto a la inteligencia. Para mayor prueba, hay evidencias gráficas de la manipulación de los cuerpos e incluso se ve cómo alguno de ellos todavía se movía.
    Por si fuera poco, el trabajo periodístico reveló que en realidad fueron 16 las personas masacradas, a pesar de que algunas de ellas ya se habían rendido y estaban desarmadas, salvo que Castillo suponga que un palo es tan letal como un arma larga. En abono a la credibilidad del admirador de los deportes de raqueta -mérito más que suficiente para ser nombrado titular del deporte-, diré que con toda probabilidad el ex Comisionado desconocía que ese día, seis de enero, se suscitaron dos enfrentamientos: uno en la madrugada y otro por la mañana. Pero para él era más importante partir la rosca de reyes.  
    Dos semanas después de los hechos, a pesar de los múltiples pendientes que tenía en el estado, Alfredo Castillo fue removido de Michoacán y los encargados policiales y del ejército en la zona fueron enviados a otros estados. De nuevo, la justificación de la remoción no fue convincente, aunque hoy podemos suponer la causa: las explicaciones de lo ocurrido en Apatzingán no fueron creíbles ni para Peña Nieto.
    En su despedida de Michoacán, el ex Comisionado dijo: “Como todo en la vida hay aciertos y hay errores, la historia nos juzgará en su debido momento”.
    Ante su confesión, ha llegado el momento de juzgar a Alfredo Castillo, pero no histórica o retóricamente, sino juzgarlo en realidad, por lo que Enrique Peña -su amigo y protector- debe seguir el consejo de Atahualpa: “mueva el Castillo”, pero a la cárcel.