Resulta difícil dudar sobre la importancia histórica de la existencia del gran gobernante y Huey Tlatoani Nezahualcóyotl. Acolmixtli Nezahualcóyotl “Yoyontzin”, conocido también como el Rey Poeta, nació un 28 de abril de 1402 (aunque hay quienes cuestionan que se hable de “Rey”, pues un Huey Tlatoani no era exactamente un déspota o un Rey en el sentido absolutista que hoy conocemos, sino: “el que bien habla”; es decir, un gobernante que convence con su palabra y que dirige con su ejemplo). Fue hijo del Huey Tlatoani de Texcoco: Ixtlilxóchitl Ometochtli. Al poeta se le reconoce como gran arquitecto, literato, diseñador de paisajes, amante de la naturaleza y del género humano, reformador y, lo que es más importante, renacentista, en virtud de que se dio a la tarea de rescatar los principios y la cultura de los toltecas con el objeto de adecuarlos y hacerlos renacer entre los habitantes de las tierras Acolhuas. Su pensamiento filosófico tampoco tuvo precedente en el mundo náhuatl. Hizo una aportación revolucionaria para su época, su visión monoteísta, justamente en un mundo en el que el politeísmo predominaba.
En frases como “el dador de vida”, nos dan elementos para hablar de los principios del monoteísmo. Se refiere a un todo poderoso, único y capaz de dar al ser humano, justamente la anhelada vida. Reflexionó también sobre el hasta ahora profundo y difícil problema de explicar o entender lo relacionado con la muerte. ¿Qué hay después de la vida? ¿Qué hay después de la muerte? Por ejemplo, la poesía llamada “¿A dónde iremos?”, que escribió en pulido náhuatl, y que hace referencia a esas inquietudes, es la siguiente: “¿A dónde iremos donde la muerte no existe?; mas, ¿por eso viviré llorando? Que tu corazón se enderece: aquí nadie vivirá por siempre. Aún los príncipes a morir vinieron. Los bultos funerarios se queman. Que tu corazón se enderece: aquí nadie vivirá para siempre”. La visión filosófica, así como su actividad científico-práctica-creativa, si se me permite la palabra compuesta, han hecho de Nezahualcóyotl un gobernante excepcional.
Doy pruebas: después de la inundación sufrida por la gran Tenochtitlán, diseñó y puso en práctica un plan basado en la creación de un muro que, además de separar las aguas saladas de las dulces en el Lago de Texcoco, evitó futuras inundaciones. Asimismo, diseñó el bosque de Chapultepec y se dice que algunos árboles que hoy existen fueron sembrados por las propias manos del poeta texcocano; el sistema de jardines en el cerro del Tezcutzingo, mejor conocido como los “baños de Nezahualcóyotl”, son resultado de un plan meditado, convertido en obra arquitectónica, que mediante una interesante red de canales daban vida al “acuícatl” o “canto del agua”, que ayudaba grandemente a relajar el espíritu y daba la ocasión de meditar y ayunar en señal de sacrificio (de ahí lo de Nezahualcóyotl: coyote hambriento, o mejor dicho: coyote que ayuna, pues ésa era la característica del gran Tlatoani: meditar, hacer autosacrificio, ayunar y servir al pueblo). Además de ser un valiente guerrero, fue estratega político, lo cual se alcanza a apreciar en la triple alianza que culminó con la tiranía de los tecpanecas, que regenteaban desde el reino de Azcapotzalco. Se trata, en resumen, de un gran gobernante, que combinó la sabiduría con el poder, el conocimiento con el afán de gobernar para su pueblo; el arte, con la intensión de perpetuarlo mediante la poesía y los libros pintados que conformaron una de las bibliotecas de papiros o libros pintados más importantes de su época; era, pues, un gobernante de gran valía e importancia en su época. A propósito de su natalicio, vale la pena hacer una reflexión sobre lo que ha venido pasando con nuestra clase gobernante, que simple y llanamente ha dejado de servir al pueblo para pasar a servirse de él. El poder ha dejado de ser una responsabilidad casi sagrada como lo fue en la época de Nezahualcóyotl, para convertirse en una forma de enriquecimiento, un mecanismo para amasar una fortuna personal y garantizar lujos para toda su vida. El objetivo último no es que el pueblo se desarrolle y que el gobernante se prepare para hacer una labor excepcional y humanista, renacentista o excepcional; por el contrario, se trata de que el pueblo sufrague a favor de tal o cual candidato para que después éste, olvidando sus compromisos, deje sin atender las necesidades del pueblo. Es necesario que la clase gobernante retome aquellos principios que hicieron de Nezahualcóyotl un gobernante excepcional; que los gobernantes, surgidos del pueblo se sacrifiquen, piensen y actúen a favor del pueblo; que su divisa sea servir a las clases más desprotegidas; para ello se requiere que la nueva clase gobernante no sólo esté preparada, sino que sea sensible, al grado de manifestar su sensibilidad a través de la poesía, de sus acciones a favor de la clase trabajadora y que, finalmente, ponga su empeño y sus energías en transformar el mundo a fin de hacer de la nación un lugar próspero y mejor. La mejor forma de homenajear el natalicio del gran texcocano Nezahualcóyotl es resaltando la mexicanidad y el espíritu guerrero del pueblo; que su ejemplo sirva para transformar a nuestra patria y convertirla en una más justa y mejor, al tiempo que nos obligue a sensibilizarnos mediante el conocimiento y desarrollo de la poesía, no sólo del Tlatoani texcocano, sino de toda aquella que nos haga mejores seres humanos. La televisión, el cine, la radio, etc., las fuerzas del sistema, han contribuido a alejarnos gradualmente de la importancia de unificar nuestras fuerzas como clase desposeída; nos han impedido ver la posibilidad de unirnos y convertirnos en una clase que aspire a conquistar el poder público y a revivir la grandeza del ejemplo que la historia nos da en el gran texcocano: Nezahualcóyotl.
