• La Verdad del Sureste |
  • Sábado 20 de Abril de 2024

Ni lo veo, ni lo oigo


Por Uriel Tufiño



@UTufigno

A Peña Nieto le voy a aplicar la máxima de su mentor: “ni los veo, ni los oigo”, democrática frase que empleó Carlos Salinas para mostrar así su desprecio por los opositores cuando fue inquilino de Los Pinos. Él, que se autoelogiaba por su visión “moderna” de la política, no era más que un rudimentario autócrata aplaudido por Washington y los beneficiarios de su política económica. Algo parecido a lo que hoy ocurre con su apadrinado mexiquense.
    Al igual que hace 14 años, los dueños del gran capital, los neocolonialistas y los medios de comunicación de siempre aplauden al heredero del Parque Jurásico en su versión “Barney”: el mismo dinosaurio, pero con otra máscara. Porque ni duda cabe que el verdadero rostro de Peña es el de la intolerancia, el autoritarismo y la entrega del patrimonio nacional; no por nada comparte apellido con quien suscribió el Tratado de Guadalupe Hidalgo, instrumento mediante el cual el presidente Manuel de la Peña y Peña cedió más de la mitad del territorio nacional a los Estados Unidos en 1848.  
    Pero a diferencia del Siglo XIX, el gobierno norteamericano ya no requiere de intervenciones militares para apropiarse de nuestra riqueza pues, como dijo Richard Lansing, Secretario de Estado del Presidente Woodrow Wilson: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar porque basta con controlar a un solo hombre: el presidente… debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto al liderazgo de los Estados Unidos… Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la presidencia… harán lo que queremos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros”. Profecía cumplida.
    ¿Para qué distraigo mi atención en escuchar a Enrique Peña? ¿Acaso va a decir que reconoce que está sometido a los intereses de los inversionistas extranjeros? ¿O quizá va a aceptar que la cifra de muertos en lo que va de su estancia en Los Pinos es mayor –comparativamente- a la que registraba Calderón en la misma fecha? No tengo la tolerancia suficiente para escucharlo, pero sí hay varias cosas que me gustaría que explicara. Por ejemplo, ¿por qué sus aliados del norte -el gobierno norteamericano- se desviven en elogios por sus “reformas estructurales” pero recomiendan a sus nacionales no visitar el estado de México, estado que gobernó Peña?
    Así mismo, quisiera que nos explicara en qué demonios consistió la famosa “reforma educativa”, porque no veo nada sustantivo más allá de una reforma laboral y la detención de Elba Esther Gordillo, convertida en la Catalina Creel del sexenio. Otra pregunta inoportuna sería que expusiera las razones por las cuales el crecimiento de la economía es mucho menor al esperado y por qué, bajo esta circunstancia, gasta miles de millones de pesos en publicidad y en un nuevo avión para su uso personal.
    Además, una vez llegado el mes patrio, le cuestionaría si entiende el significado de la palabra “patriotismo”, y si se da cuenta que el patriotismo no guarda relación con vestirse de verde en un partido de fútbol. Porque tal parece que los valores y principios que guarda nuestra Constitución, fruto de nuestra historia, sólo son un estorbo para las mentes neoliberales. Pero si tuviera que concederle el beneficio de la duda, me parece que Peña bien pudiera ser un convencido de que los nuevos valores y principios descansan sobre la cultura, pero en la cultura de la corrupción, tal y como afirmó hace poco el hijo predilecto de Atlacomulco.   
    El actual gobierno federal y muchos gobiernos locales se destacan por su banalidad a la hora de enfrentar a los ciudadanos; prefieren las cifras que nada aportan al debate nacional y sólo apuestan al cuidado de su imagen personal. La semana que termina, por unas horas, en la página de internet de la Presidencia de la República se pudieron leer cifras tales como el tiempo en que Peña corre 10 kilómetros, el número de publicaciones que hizo en Facebook o el promedio de “retuits” que tuvo cada uno de sus “tuis”. ¿Habrá a quién le importen dichas cifras?