• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 26 de Abril de 2024

El programa educativo de los antorchistas



Omar Carreón Abud
Coordinador de la Dirección Nacional de Antorcha Campesina y dirigente en Michoacán

Afortunadamente o, más bien dicho, como consecuencia de una revolución cruenta que costó muchas vidas, los mexicanos no estamos sujetos a las disposiciones dictatoriales de Armando Sepúlveda López, Secretario de Educación en el estado de Michoacán, sino a las normas escritas y aprobadas por el Constituyente, como la que asegura que “todo individuo gozará de las garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los casos y con las condiciones que ella misma establece” y como aquella otra que estipula que “no se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito; pero solamente los ciudadanos de la república podrán hacerlo para tomar parte en los asuntos políticos del país”.
    Así de que por mucho que el señor Secretario de Educación, abusando de su poder, de la capacidad de difundir sus palabras en la prensa que pone a su alcance el gobierno del estado y exhibiendo una muy mala educación, diga y repita que un grupo de ciudadanos en pleno uso de sus derechos no puede hablar y exigir cambios en la política educativa porque son “ajenos” (supuesto delito que no está tipificado en ningún código), los antorchistas vamos a seguir tomando “parte en los asuntos políticos del país” denunciando enérgicamente que la educación de los niños es un desastre y que quienes la tienen en sus manos son cómplices de los grupos de poder a quienes sirven diligentemente para beneficiarse del erario y seguiremos exponiendo el programa educativo que desde hace muchos años venimos proponiendo al país.Vivimos en un modo de producción capitalista en el que las mercancías se intercambian por su valor que no es otra cosa que el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas y, en consecuencia, en el mercado se venden las mercancías que tienen incorporado eso, el menor tiempo de trabajo socialmente necesario, o sea, las que son más baratas (suponiendo calidades iguales). ¿Y cómo se logra abaratar las mercancías? Mediante métodos de producción y organización del trabajo en los cuales se produzca una mayor cantidad de mercancías en un mismo lapso de tiempo. Cuando en la Inglaterra del segundo tercio del siglo XIX se promulgaron las leyes que reducían la jornada de trabajo, los empresarios se quejaron diciendo que se irían a la quiebra, pero se adaptaron admirablemente y, en las nuevas circunstancias, produjeron más mercancías ¿cómo lo lograron? Cambiando los métodos y la organización del trabajo, aumentando la productividad. ¿A dónde va todo esto? A sustentar la idea de que en un mundo capitalista como en el que vivimos, una empresa, más aún, un país que desee no sólo sobrevivir sino sobresalir, no tiene más remedio que incrementar constante y sostenidamente la productividad del trabajo.
    Y ésta se aumenta innovando, descubriendo nuevas causas y relaciones entre los fenómenos que antes no habían sido observadas o valoradas, la innovación es, pues, hija de los descubrimientos científicos, asimismo, es consecuencia de la aplicación práctica de esos nuevos conocimientos científicos, de la tecnología.
    En consecuencia, desde la más tierna infancia, la educación tiene que ser de calidad, proponerse formar científicos altamente capacitados para hurgar y sacar a la luz lo desconocido y ponerlo al servicio de la producción. Se necesitan descubrimientos y tecnología propios, no comprados, ya que no se puede construir el futuro de un país con lo que otros desechan (la productividad en México se ha elevado únicamente un 0.6% en promedio desde 1990).
    Ahora bien, para formar científicos de muy alto nivel como los que requiere urgentemente el desarrollo independiente de nuestro país, es indispensable dotarlos de una filosofía, una concepción del mundo que los guíe cuando en aras de ser precursores tienen que dudar de todo. Una filosofía sustentada en los más grandes avances científicos de la humanidad que les repita que los fenómenos están relacionados unos con otros y que los “casos aislados” tan del gusto de los políticos que pretenden ocultar la realidad, simplemente no existen, así como que les recuerde que siempre y en todas partes, todo es historia, que los fenómenos siempre tienen una o varias causas y son, a su vez, causa de uno o varios fenómenos nuevos, es indispensable enseñar una concepción dialéctica del mundo.
    Si pretendemos preparar a las nuevas generaciones para innovar, para dudar de todo, para actuar teniendo en cuenta que de lo que se trata no es de interpretar el mundo sino de transformarlo, deberemos dotarlos de la herramienta analítica necesaria también para cuestionar y modificar su propia realidad social, el espíritu crítico tendría que llegar a hacer posible cuestionar la estructura de la sociedad en la que les ha tocado vivir, a cuestionar y proponer cambios en el modelo económico y en las formas y procedimientos del Estado, a combatir la desigualdad social que tiene costos altísimos. Sería imposible formar científicos transformadores y revolucionarios que fueran socialmente conservadores.
    Finalmente, debe decirse que una educación con las características brevemente señaladas no puede ser una educación que se limite, circunscriba o alcance solamente a las élites privilegiadas que pueden pagar por ella. Un ejército de innovadores nunca podrá formarse a partir de las minorías. La educación, por tanto, para cumplir con sus propósitos revolucionarios, para lanzar al país hacia adelante, tiene que ser obligadamente una educación popular, lo cual no significa, de ninguna manera, simplemente gratuita (menos todavía fingidamente gratuita), por el contrario, tiene que asegurar mediante becas, comedores, internados, apoyos a los padres, o todo junto, o lo que haga falta, que las nuevas generaciones, las grandes masas de niños y jóvenes contarán con todos los elementos necesarios para su manutención como estudiantes de manera que lleguen a tener una formación científica, crítica y humanista.
    ¿A qué distancia estamos de alcanzar estos objetivos que se complementan, se necesitan y se influyen mutuamente y que se sintetizan en la formación de un hombre nuevo? ¿Le gusta a usted paciente lector que digamos que a 30 años, es decir, a una generación completa? Seamos optimistas: pudiera ser. Solamente que tendríamos que empezar a avanzar de manera inmediata. Para ello, todos los que simpatizaran con esta propuesta de proyecto educativo tendrían que unirse, organizarse y formar un poderoso torrente social que luche a brazo partido por una nueva educación porque para nadie es un secreto que la preparación de las nuevas generaciones y, por tanto, el desarrollo sustentable y justiciero de nuestro país, está secuestrado por los líderes de un sindicato reaccionario y egoísta que utilizan la educación para sus propios y muy particulares fines, líderes charros en cerrado contubernio con burócratas que medran con el erario, son, pues, los dos aspectos de uno y el mismo fenómeno: una clase dominante corrupta y miope que controla y limita la educación del pueblo hasta llegar a extremos suicidas.