• La Verdad del Sureste |
  • Viernes 26 de Abril de 2024

¿Qué rumbo para Latinoamérica y el Caribe?


Víctor Manuel Barceló R.


  1ª Parte                                     


Lo transcurrido del siglo XXI d. C. nos muestra un Planeta con cambios sustanciales, tanto en su proceso ambiental, como en cuanto a la evolución geopolítica de quienes le habitamos. Para quienes nacimos y realizamos lo sustancial de nuestra educación formal en el siglo anterior –la educación como tal es del nacimiento a la tumba- los cambios acaecidos son del mayor impacto. Muchas generaciones de medio siglo para abajo, aún no terminan por vincularse a los nuevos modos de la información y comunicación. Pocos manejamos técnicas de la información y comunicación (TICs) en nuestra vida cotidiana.
     Sucede que, junto al impacto de las tragedias climatológicas –difíciles de solventar aunque si de prever- el siglo se identifica por avances y propagación de la conversión analógica-digital (digitalización) y el control por unos cuantos, de la información a nivel global. Esto permite tener mayor conciencia de diversos fenómenos planetarios como el cambio climático, que altera los procesos todos, del Planeta.
     Ya por los años 70s del S. XX se iniciaba -en el ámbito de la ONU- un movimiento, convertido hoy en una de las mayores preocupaciones de la comunidad internacional. Pero fue hasta 2015, que las alarmas sonaron más fuerte debido a la alta contaminación producida en grandes ciudades, que exceden los límites de la OMS –imposible de soslayar-. En Latinoamérica y el Caribe tenemos varios ejemplos que alteran la vida toda de sus habitantes.
    A pesar de las multitudinarias campañas de protesta, los Estados no pasan de proponer medidas para lograr posibles soluciones, como el Protocolo de Kioto, acordado a finales del siglo XX (11-Dic.-1997), signado entre el 16 de marzo de 1998 y el 15 de marzo de 1999. Pero con avances en su aplicación, lentos e incompletos, sobre todo por los grandes contaminadores.
     La política demográfica y la globalización, de la que ya se habló en las últimas décadas del siglo XX, se intensifican notablemente. Rudolf Kjellen (1864-1922) jurista sueco, profesor de historia y gobierno en las universidades de Goteborg y Upsala, acuñó el término Geopolitik (geopolítica-1899). Se basó en el determinismo histórico y su análisis e interpretación de las relaciones -naturaleza-sociedad y territorio-. Recibió influencia del geógrafo Federico Ratzel (Karlsruhe, 30-agosto-1844 - Ammerland, 9-agosto-1904),  en cuya obra detectó que el ejercicio del poder del estado se realiza sobre una porción de tierra organizada y para una parte de la humanidad. En “El Estado como Forma de Vida” definió un sistema político sustentado en categorías: de espacio (geopolítica), economía (ecopolítica), población (demopolítica), sociedad (sociopolítica) y constitución nacional (cratopolítica). Define a la geopolítica como “…el estudio del Estado como un organismo geográfico o fenómeno en el espacio; esto es, como país, territorio, área o, más exactamente, como imperio (Reich)”, coincidiendo con su área de influencia.
    El Estado no es una abstracción legal, sino una comunidad inestable y viva. Allí se realizan las acciones recíprocas entre territorio, seres humanos y la nación. Deben considerarse por tanto, su estructura moral, racional y legal, pero también elementos inorgánicos presentes en la vida real del Estado: los impulsos instintivos -amorales o inmorales- de sus habitantes, y la tendencia de los hombres y naciones para satisfacer sus ambiciones a expensas de los otros.
    Prueba de ello es la singular creación humana -que rompe todos los paradigmas existentes en cuanto a la comunicación- la Era de la Información, pero habrá que aclarar que  será quien la controle y acceda a ella, quien logre las mejores oportunidades. “Información es poder”, suele decirse, en referencia a esta acción recíproca, como las reseñadas anteriormente.
     Son las nombradas redes sociales quienes logran romper, en parte, el control informativo e impulsan la  conectividad a costo decreciente. Este progreso ya se había iniciado a partir de los años setenta con la tercera revolución industrial. Sin embargo, a comienzos del siglo XXI, la digitalización experimentó un enorme cambio que dio lugar a crear nuevos dispositivos para almacenar datos (memorias flash) y una mayor intensidad en la expansión de la telefonía móvil (iniciada en 1980 en Europa y E.U.).
    En el terreno de la tecnología, destaca el que conocemos como apagón analógico, producto del descubrimiento (2005) de la televisión digital terrestre, la masificación de dispositivos móviles y el bajo costo de acceder a internet. Los aún imparables cambios tecnológicos acaecidos hasta ahora, nos ponen en un camino de transformaciones positivas y negativas para la vida humana en la Tierra.
     El manejo criminal –sea quien haya sido que perpetró el atentado-  llevó al 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, E.U, a servir para el inicio de la “Guerra contra el terrorismo” como la nueva campaña militar estadounidense para mantener su hegemonía mundial. Así se lanza la Guerra de Afganistán (2001), culpable de la invasión y posterior Guerra de Irak (2003) y las subsiguientes en Medio Oriente, producto de la “primavera Árabe” y las guerras en Libia –que acaban con un régimen querido por su pueblo- y los acontecimientos que continúan en Siria, Ucrania y otros, hasta la creación del Estado Islámico. Temas todos ellos que merecen ser tratados en otro momento. Recientemente se intensifican las guerras cibernéticas, potencialmente más devastadoras que las convencionales.
    El siglo XXI inaugura una posible nueva guerra fría, entre la Federación Rusa y los E.U., resultado del despliegue que el sistema antimisiles estadounidense en Europa Oriental provoca, con un nuevo desarrollo de misiles balísticos de última generación en Rusia, así como por los desencuentros entre estas naciones-imperio, en su lucha por la hegemonía en Europa y otras regiones del Mundo.
    La economía planetaria, si bien recibe influjos positivos para los países que manejan la globalización financiera del Planeta, se afectó profundamente por la crisis económica del 2008, que no tiene solución de continuidad y por el progreso económico de China y el agrupamiento de los BRICS, que jalonan la vida económica y social hacia rumbos inéditos.
     El siglo en cuestión, en los avances logrados hasta ahora, tiene impactos específicos por región, en función de las características geopolíticas de cada una de ellas y los rangos de relación que mantiene . En el asunto que nos ocupa, Latinoamérica y el Caribe presentan algunos rasgos relevantes y positivos, dentro de los conflictos ancestrales y su recrudecimiento en algunos casos. Algunos temas –la enorme asimetría de poder entre el imperio y el resto del continente– no cambian. Empero la relación entre E.U. y la Región ya no es unidireccional ni unívoca. Ya no más una sola “política de control”, la OEA hace sus últimos intentos. Hoy los organismos de dirección de la política regional estadounidense despliegan diferentes estrategias, sean bilaterales o subregionales: México, América Central y el Caribe se constituyen en un área hondamente integrada -por la migración y el comercio a E.U-; la región andina es núcleo de preocupación extrema para los estadounidenses por la inestabilidad política y el narcotráfico. Los países del Cono Sur lograron un margen de maniobra que no existía.  Puede afirmarse que, hasta antes de la llegada del Sr. Trump al gobierno del imperio, la agenda estadounidense para la Región estaba menos apoyada en la geopolítica, la seguridad nacional y la ideología y más en la economía, en cuanto a problemas compartidos como: narcotráfico, ambiente y migración, sin descuidar lo otro, por supuesto.
v_barcelo@hotmail.com