• La Verdad del Sureste |
  • Jueves 28 de Marzo de 2024

Urdimbres y texturas

Violencia alumno-maestro


Teresita Bautista Valles


Temor antes de entrar al aula, insultos proferidos por algún alumno y que el docente ignora; sillas fracturadas a propósito, autos rayados, llantas desinfladas, y hasta hace poco: golpes. Son en suma, un resumen de la habitualidad con que un maestro lidia su jornada laboral, aunado al hecho de preparar informes, portafolios de evidencias, construcción de herramientas pedagógicas, o en términos más coloquiales: el material de trabajo para sus alumnos.
    Para quienes dicen que los docentes ganan mucho (lo cual en muchos casos no es ni remotamente cierto), en realidad no tienen la menor idea de lo que significa ser maestro en el contexto de un país sumido en la violencia; además, con las ocurrencias de la modificación de planes y programas de estudio, y la influencia  del peso de la realidad en los hogares de sus alumnos.
    Algunos estudiosos en Europa han señalado que la escuela y su espacio perdió su verdadero sentido; se ha convertido en una extensión del hogar, del antro, del ocio. Afirman eso en función de lo que a ellos hasta ahora les ha tocado vivir, la violencia cruda de un alumno que le grita oprobios a sus docentes, y nadie hace nada.
    Reflejo al fin de lo que sucede paredes afuera, la escuela también ha pasado por cambios, y mucho de lo que se vive en la sociedad se traslada al aula. En términos  sociológicos, diríamos que la escuela -desde una perspectiva crítica-, en algunos casos debe entenderse que como institución tiene una relación muy estrecha con el Estado y la economía. Eso implica la finalidad para la que fue creada, y el tipo de alumnos que se pretende tener para ocupar, fuerza laboral más adelante.
    Sin olvidar la cultura y los sistemas ideológicos, la escuela también es destino de culturas, la que llevan los alumnos y la del docente. Henry A. Giroux siempre se ha referido al constante conflicto en el que las escuelas viven. El sociólogo norteamericano de la corriente crítica, explica que ese conflicto se da en el momento en que entran en choque ambas culturas, entendiendo que la percepción del mundo no es la misma para docente y alumno. En el caso de los alumnos, la cultura está determinada por el entorno dado desde la familia, el contexto social en el que se vive, y las mediaciones  que los alumnos construyen interiormente.
    La cultura, mediación y percepción de la vida para los docentes está construida, a partir de su entorno, de su crecimiento personal, de su formación humanística y profesional.
    El asunto es que no es justificado que un alumno le caiga a golpes a su maestro, pero sí demuestra el tamaño de la presión, de la desesperación, y la ansiedad a las que son sometidas las familias en el actual contexto; porque ahí se genera mucho de lo que se lleva a la escuela. El bachillerato -es en términos coloquiales-, una extensión de la juventud y las vicisitudes que le acompañan. Crecer duele, pero duele más, si en casa las cosas no marchan bien.
    Los actuales estertores del sistema capitalista, que está por parir otro tipo de sistema económico, se lleva el papel de la familia, de la escuela y plantea un reto difícil a los jóvenes, pues les toca tratar de entender, comprender y reproducir las exigencias de la vida social.
    Culturalmente, lo que ese escucha, se ve, en algunos casos es un pandemónium entre la música banda, el perreo, bachata y la diversidad de pseudo artistas que también lanzan mensajes contradictorios a la cabeza de muchos adolescentes. Ubicación espacial hace falta, y ubicación de qué se espera de ellos. Es un replanteamiento que en alguna columna se comentaba a partir de las reflexiones de Edgar Morín, el sociólogo francés que atinadamente dice que estamos fragmentados, partidos, sin  unidad de espíritu y de ser.
    No se puede dejar flotando en el aire una conducta que necesita tener una corrección a tiempo. Aunque muchos condenaron y exigieron un castigo ejemplar, la motivación viene del ser humano, esa parte muy olvidada últimamente. El papel del docente también es orientar a quienes necesitan de opciones para vivir, para aprender a vivir, sin violencia. Por eso condenemos la agresión al maestro, pero atendamos sus causas.