• La Verdad del Sureste |
  • Martes 30 de Abril de 2024

Caso de abuso sexual de entrenador cubano


Por Cecilia Vargas

 

(Primera de tres partes)

 

Villahermosa , Tab., 20 de abril.- “El profesor Félix Miguel Rojas Romero, primero se ganó la confianza de mi esposo, después la mía y posteriormente la de mis hijos, al grado que en muchas ocasiones compartió la mesa con nosotros, pues era nuestro vecino y amigo, incluso él afirmaba que mis hijos eran sus sobrinos ”, nunca imaginé que el 3 de marzo abusaría de la menor de mis hijas. El entrenador cubano de baloncesto de alrededor de sesenta años de edad, hoy enfrenta un proceso penal por abuso sexual de la adolescente hija de la abogada en el Centro de Atención de Menores Víctimas Incapaces (CAMVI) de Tabasco. Vivía a cuatro casas de la nuestra –narra Ondina Tum Pérez, madre de la menor- y en una ocasión mi esposo le comentó que una de mis hijas jugaba baloncesto que era buena deportista y que había sido parte de equipos como Aguilas, Panteras, entonces le hace pruebas y le dice a mi esposo que la niña tiene mucho talento y la comenzó a entrenar en un equipo que se llama Linces, y continua:

 

En noviembre del año pasado, Rojas Romero se salió del equipo, por no sé qué problemas, por lo tanto nosotros también retiramos a la niña, pero en enero el profesor nos informó que había sido nombrado coordinador de selecciones de baloncesto del Instituto de Deportes de Tabasco y quería que mi hija formara parte de la preselección del estado. La niña es presentada por Rojas Romero al también entrenador de la preselección, profesor Valentín Torruco, incluso como sobrina, quien seguro no dio credibilidad a lo anterior, porque conocía a mi hija de antes. Mi hija comienza a entrenar pero la decepcionó que realizaran las pruebas para al preselección, los días 28 de febrero, 1 y 2 de marzo y no le avisaron. El 3 de marzo, como necesariamente teníamos que pasar frente a la vivienda del profesor Félix Miguel Rojas, para salir a la calle, le cuento, de manera escueta, que la niña ya no quería ir a entrenar y me comentó que le extrañó no verla en las pruebas, pero le dije que cuando regresara hablaríamos.

 

A mi regreso, platique de nuevo con él y el insistió en que le lleve a la niña para que platique con ella, porque cree que tiene “mucho talento” y debe seguir jugando, de inmediato comunique lo anterior a la niña. Comimos y fuimos a platicar con él y ahí él le afirmó que el rector de Tec Milenio lo había invitado para que entrenara a su selección y que podía formar parte de la misma. Incluso, declaró Ondina Tum, le prometió gestionar una beca para la preparatoria, ella cursa el segundo año de secundaria y juega también futbol americano, habló incluso de que la niña podría jugar a nivel nacional como “botadora” porque tenía cualidades para construir mentalmente estrategias de juego. Mi hija se entusiasma y acepta. Fue después de eso y en ese momento, que el cubano, comentó que veía muy tensa a la niña y ofreció darle masajes, el primero ese día, incluso para hacerla crecer unos cuatro centímetros, a finales de este año. También se ofreció a platicar más tarde con mi hija mayor, de 22 años, que está gordita, para descubrir las razones, el motivo de la ansiedad que la llevaba a comer demasiado platicar, por la confianza que le teníamos aceptamos. Preguntó si mi esposo ya sabía que la niña no había sido seleccionada, dijimos que todavía no llegaba, y no recuerdo con exactitud qué hora era, si las 5 o las 6 de la tarde cuando juntas, mis hijas y yo entramos a su casa. Acostó a la menor en su cama y comenzó a tallarle los dedos, me senté en la puerta, con mi otra hija pegada a mí y le comenté que quería ver si podía aprender a dar masajes, respondió que tendrían que pasar 18 años.

 

 Me senté en una silla que estaba en la puerta del cuarto, pero me pidió que dejara que la niña “se relajara”, cerró la puerta de la recámara y conversaba con la otra de los motivos que la hacían comer demás. Mi hija mayor solo sonreía y como no contestaba, Rojas Romero, aprovechó para decirme que no hablaría mientras estuviera yo presente, hasta ese momento, por la confianza y la amistad que teníamos con él, no sospeché nada anormal y salí, incluso en un momento me calló porque la niña estaba dormida”, me quedé parada, pero el entrenador, mantenía la puerta cerrada. Llegó mi esposo, lo saludó y ambos nos metimos a su casa, nos sentamos en dos sillas y nos comunicó que la niña había despertado, mi hija salió de la recámara y en ese momento no advertimos algo fuera de lo normal; después de lo sucedido cuando traigo la imagen de ese momento, recordé que ella mostraba una ligera palidez en su rostro. Ella se despide, nosotros nos quedamos platicando con él profesor sobre lo de la selección, pero ella no se nos acerca sino se va a la casa, mi esposo me pide que les lleve algo de comer, al rato sale mi hija mayor y nos dice que ella no quiere que le den masajes porque no se puede bañar de inmediato y es incómodo ir así a la escuela.

 

Regreso a la casa, no sé cuánto tiempo pasaría, pero de repente mi hija mayor me avisa que me hablaron por teléfono y que volverían a llamar; con el teléfono en la mano, voy a buscar a la menor porque me acordé que tenía que armar un rompecabezas y me di cuenta que no estaba en casa. Llamó a mis hijos y les digo a sus hermanos que la niña no está y la buscan por todos lados, me entra la desesperación, hablé por teléfono a su coach de futbol americano, aunque sé que nunca sale sola, pero me asaltó la incertidumbre cuando mi hija mayor, ya preocupada también, planteó: “¿Mamá, no será que ese hombre le hizo algo?” Refiriéndose a Rojas Romero.

 

Más desesperada aún, marcamos a su celular y nos mandaba a buzón, hasta que nos llega un mensaje de Max –un jovencito de su edad y enamorado de mi hija adolescente- diciendo que sabía dónde estaba. Ya cuando estábamos marcando a Max, levanté la cara y vi al profesor que estaba ya en la puerta de mi casa, pendiente de lo que estaba pasando, y cuando nos comunicamos con el novio nos dijo que mi hija estaba con él afuera, corro a la puerta, y él entrenador con su cuerpo me ataja el paso, cuando trataba de escabullirme por debajo de su brazo, me agarró de la cintura. Fue en ese momento en que ya no me quedó la menor duda de que algo le había hecho a mi hija, me zafé, y corrí a pesar de mi estado de salud, y él tras de mí. Afuera mi hija abrazada de Max lloraba y temblaba, al llegar junto a ella, me dijo: ¡cállate mamá que ahí está él! El profesor la espiaba y cuando pregunté a la niña qué había pasado, ella solo se limitaba a decir: ¡es que me tocó mi cuerpo! La tomé de las manos y nos metimos a la casa, atrás de nosotras el profesor, mi hija delante de su papá seguía repitiendo que le toco su cuerpo, entonces el cubano contestó que solo había sido un masaje profesional, pero ella le respondió contundente:

 

 “Me tocó mis genitales”. En ese momento pensamos que la había violado, no sabíamos en realidad hasta donde había llegado, todos estábamos consternados. Mi hija mayor intentó indagar que era lo que el cubano realmente le había hecho, pero ella se encontraba en shock nervioso seguía repitiendo: ¡es que me tocó mi cuerpo, mis genitales! La niña caminaba con dificultad, pero no estaba sangrando, en ese momento no podía dimensionar que era lo que realmente había pasado, pero no podía descartar una violación. (Continuará).