Los nitazenos, conocidos como “superopioides”, han despertado alarma global por su potencia, que según expertos puede ser entre 10 y 40 veces mayor que la del fentanilo y hasta 4?300 veces la de la morfina en sus variantes más fuertes.
Esta clase de droga, desarrollada en la década de 1950 como posible analgésico pero nunca aprobada para uso humano, ha resurgido en el mercado ilegal desde 2019.
Autoridades europeas y estadounidenses han reportado su presencia en decenas de incautaciones, así como sobredosis mortales en países como Reino Unido, Estonia, Francia, Irlanda, Canadá y Estados Unidos.
El Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA) señala que en 2023 triplicaron las confiscaciones y fueron las únicas sustancias nuevas notificadas a su sistema de alerta temprana.
El modelo de consumo más frecuente incluye polvos, pastillas o aerosoles, muchas veces mezclados con heroína, benzodiacepinas o fentanilo sin que el usuario lo sepa. Esa falta de conocimiento intensifica el riesgo de sobredosis por depresión respiratoria severa.
El agravamiento de esta crisis responde también a la caída de cultivos de opio en Afganistán, que ha impulsado el surgimiento de opioides sintéticos como los nitazenos en mercados ilícitos globales.
Organismos internacionales como la ONU, la EMCDDA y la EUDA han emitido alertas urgentes para fortalecer la vigilancia, mejorar la detección en toxicología y promover estrategias de prevención y reducción de daños.